El colectivo de escritores que inventa lectores
- Brayan Santos -Periodista
- 24 oct 2019
- 2 Min. de lectura

📷En Mozambique donde el 45% de la población no sabe leer ni escribir, las salas para que los niños lean se han revelado como una estrategia eficaz para revertir el analfabetismo.
“Uno no puede leer poesía de cualquier manera”. Mientras estira su reluciente camiseta azul, Jadir hace malabares con la voz, con la mente y, los que le sobran, se le escapan por pies y manos. Una versión africanizada de la capoeira, se le ocurre decir mientras brinca, mete la cabeza entre el poema de Soraya Ferreira da Silva que repasan sus dos compañeras y se dirige al profesor Wambire. Todo a la vez. Porque a sus 15 años, Jadir no entiende que exista otra forma de hacer las cosas que no sea alterando su orden.
“Sería mejor añadir un verso final que diga Liberté, Égalité, Fraternité. Así en francés, para marcar la diferencia”. En la vida, añade sin dejar de saltar, pero como si hubiese acabado de cursar un máster en emprendimiento, “hay que innovar, ser creativos, para triunfar”. Triunfar para Jadir pueden ser muchas cosas. Puede ser que su casa no la venza la próxima inundación, que en la biblioteca de su escuela haya algún libro más que los de gramática portuguesa o simplemente que en los actos de la semana de la francofonía que organizan en la ciudad nadie recite mejor que él eso de Liberté, Égalité, Fraternité. Después de todo, “uno no puede leer poesía de cualquier manera”.
Wambire, que fuera de esta aula improvisada en los patios cubiertos de la Universidade Zambeze es en realidad escritor de títulos como A mulher sobressalente, mira a Jadir y a la otra media docena de adolescentes que han acudido esta mañana de sábado a la oficina de lectores y no puede evitar sonreír. Intenta mantener la compostura, pero las ocurrencias de Jadir acaban con cualquier resistencia. “Venga, una vez más. Empezamos donde entra Délcia”. Los chavales, que se incorporan a medida que van llegando —algunos vienen de lejos, de los barrios periféricos, de los que tardan más de una hora en llegar—, retoman con devoción el ejercicio. Da igual que el móvil de uno de ellos haya un vídeo de Micky Mouse rapeando. La poesía es más importante. Al menos por un rato.
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